El tránsito de las ballenas



TODO UN MISTERIO


Es todo un misterio. El ser humano, digo. Y sí, ya sé que esta observación no es nueva, pero vistos los últimos acontecimientos veraniegos creo que no está de más volver a detenernos en ella. Y no sólo porque este agosto hayan pasado cosas tan inexplicables como que «Los Chichos» consiguieran congregar a 33.000 asistentes en el concierto de la semana grande, sino por las cosas que, según la programación de la XVIII Semana de la Sidra Natural, aún están por suceder.
En concreto, la cifra de participantes que se requiere esta tarde en la playa de Poniente para batir el récord de escanciado simultáneo. Una iniciativa que impulsó el Consistorio gijonés hace 11 años y que en esta edición precisa de 7.078 personas para volver a inscribirse como récord mundial.
El caso es que, mientras el pasado miércoles leía esta cifra me asaltó una duda: ¿hay otros lugares en los que se hagan pruebas como éstas? Es decir, ¿batimos el récord sobre nuestra propia marca o respecto a otras poblaciones? Y bueno, una pregunta me llevó a otra y cuando quise darme cuenta estaba buscando en internet otras localidades que incluyeran en su programación estival un evento de iguales características. Búsqueda que, todo hay que decirlo, resultó infructuosa, pero gracias a la cual descubrí una amplia variedad de récords que, si bien no eran fruto de actividades simultáneas, también entrañaban una gran dificultad.
Así, en sólo una tarde pude saber que en Bucarest lograron el pasado diciembre el récord de la salchicha más larga del mundo: 392 metros, para ser exactos; que en Perú, una joven entró a formar parte del «Guinness» al lograr que su peinado alcanzase los 1,80 metros de altura; que la película «Braveheart» posee el récord mundial de más traseros desnudos en una pantalla (cuando en la batalla los escoceses se los enseñan a los ingleses); que un niño de 10 años consiguió sujetar entre sus rasgos faciales 16 cucharillas de café, y que un tal Jim Lyngvild de Dinamarca se comió 7 bombones Ferrero Roche en sólo un minuto.
Sin embargo, junto a esa tendencia tan humana hacia la enormidad, junto a ese gusto por el gigantismo que entrañan los récords o marcas mundiales, aún pervive la importancia de las pequeñas cosas. Por ejemplo, esos casi detalles, casi minucias, que estos días del mes de agosto logran captar la atención de los medios de comunicación. Así, nuestra actualidad veraniega se construye a base de noticias de hombres que destrozan bares porque no les gustaban las tapas de aceitunas, jóvenes que pierden los nervios por una ruptura sentimental o familias atrapadas en su autocaravana. Un mundo de anécdotas, de sucesos que en otras épocas del año no ocuparían más de una reseña en el periódico, pero que en plena sequía informativa estival adquieren el protagonismo de medias páginas, páginas completas, varios minutos en telediarios o en informativos radiofónicos.
Y la verdad, entre tanta cosa pequeña una casi llega a sentirse Gulliver en el país de los liliputienses. Pero no porque lo que nos rodea sea más insignificante, sino porque por unos días dejamos de estar a la sombra de los grandes acontecimientos que marca la agenda política. Dejamos de estar a la sombra del muselón, del AVE, de los trajes de Camps o de la financiación autonómica, para adquirir nuestra dimensión real: la del ser humano brillante y maravilloso capaz de hacer cohetes, atragantarse con aceitunas, crear salchichas gigantes y escanciar junto a 7.078 personas para batir un récord mundial.

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Fuentes:Medios de Comunicación y Prensa

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