Alucinaciones


De las resguardadas hijas de Zapatero a la exhibida Vicepresidenta en bikini


EUGENIO SUÁREZ
La Nueva España http://www.lne.es/


No soy partidario de la injuria: es un arte cuyo manejo requiere gran precisión, para no caer en la ordinariez o el panfleto. Las personas -también los gatos, caballos, perros y loros- tienen todo mi respeto y procuro no traspasar los límites de la buena crianza al referirme a ellas. Se ha extendido y aceptado la especie de que las personalidades de la vida pública, cuando comparecen en lugares de común acceso, se ven abandonadas en la defensa de su intimidad y pasan a ser propiedad de la curiosidad ajena. Un tributo que, en ocasiones, parece demasiado barato para ciertos comportamientos.

En estas jornadas veraniegas, sólo ha habido, en la redondez de la Tierra, dos seres vivos que se han sustraído a la curiosidad general, bien es cierto que las actividades que desarrollen tampoco sean acreedoras de expectación pública alguna. Son las hijas del presidente del Gobierno, celadas, desde hace cinco o seis años, con una eficacia que ha desafiado el empeño de los paparazzi, en el caso de que los paparazzi hubieran estado interesados en reproducir dichas imágenes. Así lo ha querido el influyente papá, con la aquiescencia de las concernidas, y me parece muy bien que ese deseo no haya sido perturbado, ni siquiera la vez en que figuraron, de riguroso incógnito, en la carroza socialista representada en el «Orgullo gay» durante la litúrgica celebración anual. Nadie sabe cómo son ni cómo han evolucionado, aunque, gratuitamente, podemos sospechar que se trata de dos jovencitas agraciadas y distinguidas.

Para lo que no estaba preparado el personal era para ver a la señora vicepresidenta del Gobierno en bikini, una foto poco nítida, indigna de la gran calidad que muestra cualquier retrato hecho en la actualidad. La magra, esquelética y elegante silueta de la política valenciana se nos había mostrado tan diversamente ataviada que hay quien cuenta por centenares los vestidos que -de guardarlos- almacenaría en los armarios.

Teníamos la estampa de una señora sumamente delgada, con piernas casi nunca exhibidas fuera de los pantalones generalmente bien cortados estilo «pitillo». Incluso parecía aquella reina de España a la que unos mercaderes riojanos o alaveses quisieron obsequiar con unas medias exquisitas, a lo que respondió airado el ayuda de campo y playa: «Las reinas de España no tienen piernas», lo que escandalizó y preocupó a la propia soberana, llegada por vez primera al territorio donde iba a reinar con un monarca y esposo a quien sólo conocía por un favorecedor retrato al pastel.

Doña Teresa, cuya cabeza, al menos por fuera, es impecable y genuina, nos ocultaba unas formas que no imaginábamos embutidas en un bikini sugerente de un asomo de michelines y una anchura de hombros que competirían con dignidad ante el torso esculpido del anterior gobernante, don José María Aznar, que, entre conferencia y simposio, le da a las flexiones como un poseso y presenta uno de los más poderosos conjuntos abdominales de la política occidental.

Quizás alguien hubiera podido imaginar, en una noche de fiebre, encontrarse con la «vice» en un pasillo, sin maquillar y con los rulos en orden de batalla, pero su aspecto playero sugiere el de una deportiva joven capaz de enfrentarse al tiburón que, casualmente, se acercó a la misma playa donde ha disfrutado sus vacaciones. Se ha desechado la posibilidad de un encuentro oficioso entre ambos. Es posible que, acostumbrados como estamos a verla cerca de Hugo Chávez, el ahora elegantizado Pepiño, el bien cebado Moratinos o el fúnebre Corbachof -me refiero al ministro de Trabajo, no al itinerante policía soviético que enterró el Muro de Berlín- y las supermaquilladas primeras y primerísimas damas del Cono Sur, nos choque su aspecto veraniego.

O sea, que hay vida entre los armarios roperos y que la transparente silueta, como por causa de un trampantojo, dispone, bajo el diluvio de modelos, de una anatomía incluso vigorosa. Se ha dicho, maliciosamente, que la parte superior de su torso podría mostrar huellas de cirugía estética. Imposible. No ha lugar ni tiempo para que se haya sometido a los tormentos de la cirugía plástica, a menos que fuera durante las sesiones del Consejo de Ministros, donde la prensa tiene vetado el acceso.

Regocijémonos de tener una política sesentona que no envuelve el cuello para esconder «el cuero picoteao», que decía el tango de la fané y descangayada. Una mujer capaz de decir su edad y mostrarse en un escueto dos piezas es capaz de cualquier cosa, lo que habrá llevado la desolación a las filas opositoras, que presumían de pimpollos con sugerentes y prietas carnes.

Si quieren que les comunique mi opinión -algo muy dudoso- les diría que me ha impresionado más esta imagen vicepresidencial que si se arrancara, en tanga, la mismísima ministra de la Igualdad y la fraternidad. Y no digamos del cuerpo de ejército de la titular del ramo militar. Ni comparación.

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Fuentes:Medios de Comunicación y Prensa

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