Otoño asturiano, esplendor natural

Llega el tiempo de las visitas a los bosques cargados de color, de la búsqueda de setas y del espectáculo de la berrea








SARA ARIAS 
Una manta de ocres, naranjas y rojizos cubre Asturias durante el otoño. El frío comienza a hacer acto de presencia junto a la lluvia y el viento, lo que nos adentra en uno de los momentos más espléndidos de la naturaleza asturiana. El declive del verano ofrece en el Principado una oportunidad de lujo para admirar la región en un esplendor cromático muy intenso. Es esta estación un buen momento para plantearse una visita alternativa.

Asturias aprovecha los meses de septiembre, octubre y noviembre para mostrar una cara distinta. Quien se adentre podrá conocer rutas por bosques que rozan lo mitológico, como si un trasgu o una xana fuesen a salir al paso del caminante. Esos bosques y sendas, a su vez, están poblados por hongos que cubren los pies de los árboles, también albergan en ellos multitud de especies animales. Es en los lugares más recónditos donde los venados luchan con otros machos por la estirpe venidera, en un espectáculo de sonidos impresionante.

El bosque se convierte así en el centro de la naturaleza, donde vegetación y animales se resguardan al amparo de la madre tierra. De Oriente a Occidente Asturias mantiene aún reservas verdes. Un ejemplo es Muniellos, repartido entre Cangas del Narcea e Ibias, el bosque con mayor extensión de Asturias y, con 5.000 hectáreas, el mayor robledal de España. Además es Reserva de la Biosfera, por lo que para acceder hay que contar con un permiso. Sólo se permite la visita de veinte personas al día, pero merece la pena esperar simplemente por el placer de contemplar algo tan bello como es Muniellos en otoño, con sus robledales en el mejor momento del año.

También el caminante puede adentrarse entre las sombras del Oriente. Allá donde quince kilómetros cuadrados de tierra no ven la luz del sol. Lo impiden 200.000 hayas que cubren una parte del concejo de Piloña. El bosque de Peloño reserva al visitante una basta extensión de hayas de color pardo que ofrecen un lugar acogedor al paso crujiente del sendero. A las hojas caducas de las hayas no les conviene nada la luz del sol, pero tampoco la excesiva humedad. Así, a través de un mecanismo de autodefensa natural, son capaces de hacer girar sus hojas para evitar que grandes cantidades de agua lleguen a sus raíces.

Estas reservas verdes acogen en su interior especies animales de todo tipo, desde jabalíes, urogallos, corzos, zorros, lobos, osos y venados, entre muchos otros. Son estos últimos, los cérvidos, los que al comienzo del otoño regalan a quienes se acercan a las montañas un espectáculo sonoro y visual maravilloso. La berrea de los venados trata de una lucha entre los machos por las hembras para proceder al apareamiento. En la época de celo los venados pueden llegar a perder una quinta parte de su peso, ya que por su apetito sexual renuncian incluso a alimentarse.

La época en la que se produce este fenómeno va de mediados de septiembre a mediados de octubre, tiempo marcado por los enfrentamientos entre los machos con sus cornamentas. El amanecer y el atardecer son los momentos cumbre de estas luchas animales, con berreos continuos casi incesantes al dejarse caer en el eco de las montañas. Por lo general son los machos de mayor corpulencia y cornamentas más grandes y firmes los que ganan la batalla y consiguen el favor de las hembras. Los perdedores, en ocasiones salen muy dañados de los encontronazos y constituyen las mejores piezas para los rapiñeros como zorros y buitres.

Así, el Ayuntamiento de Somiedo, Aller o la Asociación de Alojamientos del Valle del Nalón unen a su oferta turística, en marcos naturales excepcionales, la experiencia audible del celo de estos hermosos animales. Además de disfrutar de los berreos de los ciervos, el visitante admirará el esplendor de frondosos bosques y altas cumbres que sorprenden el paso del caminante mientras disfruta de los berreos de los venados, un maravilloso acto de naturaleza en estado puro.

La magia de la berrea deja paso a la intriga de la búsqueda. Los bosques asturianos también albergan en sus entrañas unos pequeños tesoros muy codiciados, las setas. Plácido Fernández es experto en micología y comenta que «el otoño es la mejor época y de más variedad, aunque eso no quiere decir que no se den durante todo el año, como la "seta de primavera" («Tricoloma georgia»)».

Asturias reúne, en palabras de Fernández, «las condiciones climáticas y de medio más apropiadas, la humedad unida a grandes bosques de castaños y robles favorecen la proliferación de los hongos». También en las praderías existen corras, nombre que dan los expertos al lugar donde crecen las setas, debido a la humedad de la tierra y el favor de los ganados con su estiércol, como la «tradicional verdina» y las famosas lepiotas.

Plácido Fernández es vecino del concejo de Grado y explica que «en las parroquias de Bayo y Coalla, en particular, se da un microclima especial que genera gran abundancia y variedad, desde las rusulas, boletus e incluso la seta cesaria ("Amanita caesaria"), la reina del mundo de la micología y una seta muy codiciada». Estas condiciones propician el ambicioso proyecto de crear un parque micológico en Bayongo, en el que están embarcados un grupo de expertos. «El turismo relacionado con las setas está en auge y queremos aprovechar los molinos del río Menéndez así como la escuela de Bayongo para hacer un centro de interpretación allí, con salidas de campo», explica el micólogo.

También advierte de que «una de las cuestiones fundamentales que hay que tener en cuenta es la peligrosidad de las setas, algunas mortales, como la "Amanita phaloides". El que no sepa tiene que no ser atrevido y debe consultar con un experto». También alude a la importancia de la conservación de los hongos. «Se deben recolectar las más jóvenes y dejar las viejas para que no se extingan las corras, ya que las setas más viejas se pudren y favorecen el nacimiento de otras», sentencia Fernández.

Los bosques de vegetación exuberante, los animales que desfilan libremente por él y las pequeñas joyas que crecen al borde de las raíces de los árboles perfilan a Asturias como un lugar único, el decorado de un sueño, donde se produce la unión entre las leyendas y la naturaleza.

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Fuentes:Medios de Comunicación y Prensa

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