Frente a la crisis hay que hacer lo que decía Campa

La Nueva España http://www.lne.es/

La última ocurrencia para mitigar los efectos de la crisis es una ayuda de 420 euros que el Gobierno central concede a los parados que agoten a partir de este mes su prestación de desempleo. Es una medida para la galería y poco meditada, gastar más pólvora en salvas sin abordar el verdadero problema: ¿Qué vamos a hacer para ser más fuertes cuando pase la tormenta? ¿De qué sectores nuevos vamos a vivir? ¿Cómo vamos a conseguir que los que ya funcionan sean más competitivos? Hay que cambiar para salir fortalecidos, no dar vueltas en la misma salsa. 

Alemania y Francia comienzan a ver la luz al fondo del túnel. Este mes su producto interior bruto aumenta. El de España, en cambio, sigue hundido, un -4,2% de retroceso en un año. Si hace bien poco éramos un ejemplo de crecimiento y creíamos estar mejor preparados que nadie para capear cualquier temporal, ahora somos los reyes del paro. La tasa de desempleo española es del 18,1%, ni los países más pobres de la UE la igualan. Alemania tiene el 7,7%; Francia, el 9,4%; el vecino Portugal, el 9,3%. Hasta la endeble Lituania no llega más que al 15,8%. 

Asturias, que presumía de resistir mejor que otras autonomías el vendaval, ve cómo su posición empieza a deteriorarse peligrosamente. El paro aumentó en un año, según la última encuesta de población activa, en un 76% y ya crece por encima de la media española. A la par, la producción industrial asturiana cae mucho más de lo que lo hace la del resto del país, comprometiendo la tibia recuperación que disfrutaba.

El asturiano José Manuel Campa, secretario de Estado de Economía, afirmó esta semana, al hilo de la catarata de datos negativos sobre la situación española, que lo más importante ahora «es crear un nuevo patrón de crecimiento». Antes de ocupar su actual cargo en el Ejecutivo, cuando era docente e investigador de la ciencia económica, Campa abogaba por reformar el mercado laboral, con un contrato nuevo y único, y una indemnización vinculada a la antigüedad; proponía modificar el sistema fiscal; exigía austeridad en el gasto público; defendía la industria como elemento tractor frente a la construcción, el turismo y los servicios; sugería recortar los salarios conservando la capacidad adquisitiva de los trabajadores y reclamaba cambiar el modelo productivo apostando por la innovación, la investigación y la tecnología.

El del asturiano era un discurso nítidamente liberal, alejado del gusto por el protagonismo de lo público que con tanta fe profesan los socialistas. Todavía en una entrevista el pasado mes de julio Campa dudaba de que subir el IVA fuese apropiado -«su impacto recaudatorio sería pequeño»-, consideraba que aumentar el tipo marginal máximo del IRPF no era adecuado y afirmaba, tajante, que incrementar el impuesto de sociedades «en una época en que las empresas tienen pocos o nulos beneficios» resultaría ineficaz. En un foro especializado, convino junto a otros expertos que el impuesto de sociedades español es aún elevado en comparación con el entorno europeo y que hay que equilibrar mejor los tributos directos y los indirectos. Ahora que la ciudadanía va a cargar con toda la factura de la crisis mediante la anunciada subida de impuestos, por más que el Gobierno la intenta dulcificar disfrazándola de «limitada» y «temporal», ¿sigue pensando Campa lo mismo?, ¿qué medidas defiende?

Pues esas cosas por las que el hoy secretario de Estado abogaba en su época académica son las que hay que comenzar a desarrollar si Asturias y España ambicionan robustecer y modernizar su economía. Todos los países lo están pasando mal, pero hay peculiaridades españolas que aquí agravan la crisis. Reconocerlas y atajarlas es lo urgente. Se improvisan remedios carísimos, pan para hoy y hambre para mañana, que ponen el acento en lo accesorio y se olvidan de lo sustancial: estimular la creación de riqueza. 

Asturias tiene unos 400.000 puestos de trabajo y, a decir de los expertos, precisa 100.000 más para situarse al nivel de Madrid, Cataluña o Levante. Nuestros grandes motores están identificados -la química, la siderurgia, el metal- y son competitivos. Aunque por sí solos no resultan suficientes para elevar todo lo necesario la tasa de actividad, ¿quién analiza cómo podrían aumentar su peso? El empleo asturiano se concentra en los servicios, el transporte y el comercio, precisamente los sectores menos eficientes de la estructura productiva. ¿Hay planes para mejorarlos? Esperando a que escampe o a que otros tiren del carro, nadie parece interesado en pensar cómo fomentar la actividad con medidas que motiven a los asturianos, y a quienes quieran venir a invertir aquí, a emprender nuevas empresas.

Hay iniciativas en torno a las nuevas tecnologías, como los incipientes polos de Avilés y Langreo, que comienzan a fructificar, pero son todavía modestas. A diario vemos cómo por desidia se desaprovechan otras riquezas, como la fluorita, el azabache o la misma industria agroalimentaria, a pesar de la excelente imagen comercial que tienen los productos del campo asturiano. Para hacer todo eso, en Asturias y en España, se necesita tener las ideas claras y voluntad de aplicarlas, no enredarse en el populismo y la complacencia, que es en lo que andamos malgastando esta oportunidad de oro.

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Fuentes:Medios de Comunicación y Prensa

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